lunes, 3 de diciembre de 2012

MITOLOGÍA MAPUCHE (1)

Pocos vicios son tan habituales y perniciosos en la historiografía como el maniqueísmo, que por otra parte suele cambiar de favorito con sorprendente ligereza: así, durante un siglo la Guerra del Paraguay fue justificada como una cruzada civilizadora contra el “Atila de América” hasta que a partir de los años sesenta pasó a ser condenada como una maquinación del capitalismo británico que culminó en un genocidio. Un extremismo igualmente falaz rodea la Conquista del Desierto: originariamente vista por muchos como una mera limpieza de alimañas subhumanas en aras del progreso, en los últimos años parece ser considerada el alevoso exterminio de tiernos Patoruzitos que vivían desde tiempos inmemoriales en el actual territorio argentino dedicados inocentemente a la caza y la pesca. Vale la pena conocer a dos de los principales ideólogos de esta última versión (que aparentemente pretende relacionar en forma arbitraria y tendenciosa dicha campaña con el nefasto Proceso de Reorganización Nacional, durante el cual se cumplió, por desdichada coincidencia, el centenario de la expedición de Roca) para posteriormente analizar la realidad étnica de la Pampa y la Patagonia durante el siglo XIX y por último repasar lo que concretamente fue la Conquista del Desierto. 
Recae sobre Herr Osvaldo Bayer (el mismo que acusara de usurero y proxeneta al abuelo del Néstor Kirchner para luego apresurarse a relativizar sus dichos) la distinción de ser el gurú del anarcoindigenismo tirolés. No es casual que en su panfleto “Desmonumentar” Bayer cometa la grotesca gaffe de comparar la estatua de Julio Argentino Roca en Diagonal Sur con “los monumentos a Hitler”: como tantos profesores de procedencia y formación teutónicas (¿es necesario aclarar que no pertenece a un antiguo linaje mapuche?), Bayer incurre en el fatídico error de analizar toda historia -sea egipcia, romana o china- a través del prisma del III Reich, es decir, proyectado el trauma del propio pasado sobre hechos y figuras completamente ajenos al mismo. Así, dicha distorsión historiográfica convierte en forma automática todo gobernante autocrático en un Hitler y todo choque étnico en un “Holocausto” (sofisma este último que sugiere un intento inconsciente de blanquear la propia nacionalidad mediante el expeditivo método de arrojar fango sobre las otras).
La nueva generación de picos de oro está encabezada por il Signor Felipe Pigna (¿quizá de ascendencia araucana?), que califica a la Campaña del Desierto como “un verdadero genocidio que dejó un saldo de miles de muertos y más de 14 mil prisioneros”. Si bien Pigna no goza precisamente del respeto de los historiadores reconocidos, su habilidad mercantil le ha permitido monopolizar prácticamente la vulgarización mediática de nuestro pasado y convertirse en el historiador oficial del kirchnerismo (baste decir que la galería de biografías de su sitio web contiene cuatro nombres de figuras que jamás pisaron suelo argentino: uno de ellos es Napoleón y los restantes Marx, Engels y Ho Chi Mihn…)
El desconocimiento de Pigna sobre historia bélica es proverbial (de hecho es dudoso que algún tema histórico pueda ser considerado su punto fuerte), lo cual se evidencia en errores disculpables en opinólogos rasos pero no en quien pretende pontificar sobre una campaña militar: así, afirma que Roca reemplazó sables y lanzas “por modernos fusiles a repetición Remington”, ignorando evidentemente que dicha arma era monotiro (es decir, carecía de un sistema de repetición comparable al Winchester norteamericano o el Mauser alemán) y que ya había sido adoptada seis años atrás, jugando un rol fundamental en la derrota infligida por las tropas leales a los sediciosos mitristas en La Verde (1874). Por otra parte, tal error se torna trivial si uno recuerda que en uno de sus momentos más inspirados Pigna llegó a calificar al Remington de “arma de destrucción masiva”, lo cual nos exime de todo comentario…
La característica común de los citados publicistas (que en sus diatribas contra la raza blanca por motivos obvios se cuidan muy bien de emplear la palabra “gringos”) es precisamente su visión tuerta de la Historia. Condenan el presunto “genocidio” sufrido por los indios (aparentemente entienden como tal la muerte en combate de 1.313 indios de lanza durante la campaña de 1879) reservando exclusivamente para éstos su sensibilidad: jamás aflora la más mínima conmiseración hacia los sufridos criollos, expuestos constantemente al flagelo de las invasiones con su secuela de saqueos, incendios, violaciones, secuestros y asesinatos. Así, Bayer no trepida en acusar a Roca de haber “reestablecido la esclavitud” aludiendo a los 11.810 indios (1.271 de lanza y 10.539 de chusma) capturados durante la campaña y que fueran enrolados en el ejército y la marina, reubicados en poblaciones rurales o adoptados por familias cristianas: al parecer, quien ocupara la cátedra de Derechos Humanos en la Universidad de Buenos Aires considera que los numerosos cautivos blancos que languidecían en las tolderías (mayormente mujeres, ya que los hombres solían ser lanceados o degollados in situ), sobrellevando durante años o incluso décadas una vida de miseria y maltrato, se hallaban allí por propia voluntad…
Esta falsificación de la Historia no pasaría de lo meramente anecdótico de no ser porque desde algunos años proporciona sustento ideológico a un inquietante fenómeno: el fundamentalismo mapuche. La cara visible de este movimiento a nivel internacional es la organización Mapuche International Link, que no tiene su sede en Chile o en Argentina… sino en Bristol, Inglaterra: previsiblemente, sus directivos portan apellidos de neta resonancia indígena como Watson, Melville, Stanley, McCarthy, Chambers y Harvey. Entre sus más ilustres colaboradores se cuenta el parisino Philippe Boiry, pomposamente autotitulado “Príncipe Felipe de Araucanía y Patagonia”: por increíble que parezca, aquella fantochada urdida en 1860 por el aventurero francés Orélie Antoine de Tounens sigue siendo tomada en serio por algunos…
Sin embargo, no todos los aspectos de este movimiento son tan risueños. Actualmente existen en Neuquén, Río Negro y Chubut numerosos campos usurpados por mapuches que justifican tal “recuperación” alegando su presunta condición de “habitantes desde hace 14 mil años de estas tierras” (Bayer dixit). La mayoría de los damnificados no son controvertidos multimillonarios extranjeros -léase Benetton- sino familias que residen desde hace más de un siglo en la región y que de la noche a la mañana se encuentran con sus campos atravesados por alambrados adornados por banderas de la “Nación Mapuche”. Si bien en nuestro país el conflicto no ha adquirido (aún) las dimensiones que ostenta en Chile (donde han abundado atentados incendiarios así como choques entre carabineros y militantes indigenistas), parece necesario profundizar en esta cuestión: ¿son los mapuches verdaderamente un “pueblo originario” del territorio que hoy llamamos Argentina?


(continuará)

Mario Díaz Gavier

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