jueves, 13 de marzo de 2008

LA GUERRA DE LAS MALVINAS

El 2 de abril de 1982 fuerzas argentinas invadieron el archipiélago de las Malvinas, poniendo fin a la ocupación británica iniciada en 1833: al día siguiente eran capturadas las islas Georgias del Sur. Así, una causa legítima era inescrupulosamente manipulada por el presidente de facto, general Leopoldo Galtieri, que aspiraba con dicha medida distraer a la opinión pública de la crisis económica que asolaba el país y disipar el rechazo provocado por la dictadura. Galtieri creyó incautamente que Gran Bretaña aceptaría la ocupación incruenta de las islas como un hecho consumado y que Estados Unidos apoyaría a Argentina, recompensando así la participación de los militares argentinos en la lucha anticomunista. Tal burdo error de cálculo reveló una profunda ignorancia de la historia y la mentalidad anglosajonas: de hecho, EE UU colaboraría activamente con Inglaterra (préstamo de las instalaciones de la isla Ascensión, suministro de armamento y combustible, etc.) al igual que Chile (información radarística, desplazamientos navales y terrestres hostiles y préstamo de bases aéreas).
Desgraciadamente el gobierno inglés, encarnado por Margaret Thatcher, se hallaba asimismo jaqueado por graves problemas: una fuerte recesión económica, tres millones de desocupados y la impopular personalidad de Thatcher habían provocado durante el verano anterior disturbios masivos en más de cuarenta ciudades. En ese sentido, no parece exagerado afirmar que la desatinada aventura militar de Galtieri constituyó un inesperado obsequio para la Primer Ministro, proporcionándole la oportunidad de obtener una victoria militar que realzara su popularidad: de allí la intransigencia de ambas partes en las negociaciones diplomáticas.
Gran Bretaña no tardó en enviar una imponente fuerza de tareas destinada a recuperar las islas: la integraban 2 portaaviones, 8 destructores, 15 fragatas y 6 submarinos, a los que se sumaban 8 buques de guerra anfibia y 59 unidades diversas, constituyendo así la flota expedicionaria más grande desde la Segunda Guerra Mundial. La fuerzas terrestres, a cargo del general Jeremy Moore, estaban integradas por dos brigadas de infantería. Por su parte, tras constatar lo decidido de la reacción británica, Galtieri destacó igualmente en las islas dos brigadas de infantería, de cuyo personal un 75% estaba integrado por reclutas. No habiendo sido designado un comandante de las fuerzas terrestres, desempeñaría dicho cargo el gobernador militar, general Mario Menéndez.
El 24 de abril, después de que los ingleses pusieran fuera de combate al submarino Santa Fe, la pequeña guarnición de las Georgias comandada por el teniente Alfredo Astiz se rindió sin disparar un tiro. Alentados por este éxito inicial, el 1° de mayo los británicos comenzaron las operaciones en torno a las Malvinas, saldándose la jornada con cuatro aviones argentinos derribados y daños menores en tres unidades navales inglesas.
Fue el 2 de mayo cuando se produjo el punto de no retorno: el crucero  ligero argentino General Belgrano fue torpedeado pese a hallarse casi setenta kilómetros fuera de la zona de exclusión decretada por Gran Bretaña, arrastrando consigo a 323 tripulantes. Dos días más tarde el destructor HMS Sheffield fue alcanzado por un misil Exocet lanzado por un avión Super Etendard, muriendo 20 tripulantes: dichos hundimientos y las pérdidas humanas que trajeron aparejadas tornaron ya impracticable una solución diplomática.
Las tres semanas siguientes estuvieron marcadas por escaramuzas, principalmente aeronavales. Los ingleses desplegaron una intensa actividad de patrullas terrestres e intentaron provocar el desgaste del 30% de la aviación enemiga antes de la llegada del grupo anfibio, objetivo que no pudo ser logrado.
El desembarco británico tuvo lugar el 21 de mayo de 1982 en la bahía de San Carlos, dando lugar a la batalla aeronaval más importante desde la Segunda Guera Mundial. Durante cinco días, los aviadores argentinos (que debían cubrir más de 600 km entre sus bases en la Patagonia y San Carlos) atacaron a la flota enemiga con una decisión y un valor que despertaron la admiración de amigos y enemigos, hundiendo al destructor Coventry, las fragatas Ardent y Antelope y el buque portacontenedores Atlantic Conveyor y averiando a otras seis unidades. Sin embargo, y a pesar de las terribles pérdidas sufridas, no pudieron impedir el establecimiento de la cabeza de playa enemiga.
El 28 de mayo un batallón de paracaidistas británico inició el ataque de las posiciones enemigas en Goose Green, una operación que obedeció mayormente a la necesidad de un triunfo que contrarrestara las pesadas pérdidas navales. Tras duros combates, la guarnición argentina se rindió al otro día.
En las dos semanas siguientes se produjo el avance de las tropas inglesas contra la capital del archipiélago, Puerto Stanley. Sin embargo, el 8 de junio los británicos sufrieron un sangriento revés al ser atacados en Fitzroy dos buques de apoyo logístico por aviones Skyhawk: el Sir Galahad resultó destruído, 51 hombres murieron y unos 150 resultaron heridos, quedando el batallón de Guardias Galeses prácticamente fuera de combate.
Sin embargo, el avance británico era inexorable. En la noche del 11 al 12 de junio era atacada la primera línea defensiva en torno a Puerto Stanley, apoyada en los montes Harriet, Dos Hermanas y Longdon: al amanecer todas las posiciones se hallaban en manos de los británicos. En Longdon la guarnición argentina opuso una encarnizada resistencia, imponiendo al atacante un terrible tributo: 23 muertos y 47 heridos.
Finalmente, en la noche del 13 al 14 de junio se produjo el asalto de la segunda línea defensiva, representada principalmente por los montes Wireless Ridge y Tumbledown. A pesar de la dura lucha en torno a Tumbledown, con las primeras horas del día los británicos habían doblegado las posiciones enemigas y alcanzado los suburbios de la capital. Tras acordarse un cese de fuego, al anochecer tuvo lugar la capitulación argentina.
Entre las lecciones más relevantes del conflicto figuraron la supremacía de un ejército integrado enteramente por personal profesional, la eficacia del binomio Sea Harrier-Sidewinder, el primer uso operacional de un misil antibuque desde un avión a reacción y la vulnerabilidad de los buques modernos al ataque con bombas convencionales, incluso por parte de cazabombarderos de una generación anterior.
Mario Díaz Gavier

No hay comentarios: